El artículo
trata de explicar brevemente los aspectos más relevantes del aprendizaje
cooperativo (AC), haciendo un resumen de su origen y fundamentación, sus
principales principios psicopedagógicos y algunas propuestas prácticas, además
de su aplicación en las aulas de aprendizaje del español como lengua extranjera
o como segunda lengua.
Esta propuesta
metodológica tiene su origen en Inglaterra, donde empezó a trabajarse en grupos
cooperativos, y posteriormente se trasladó a EEUU, alcanzando un gran
desarrollo. Entre los autores de referencia, cabe destacar la labor de David W.
Johnson y Roger T. Johnson, Robert Slavin, o Stephan Kagan.
En su artículo,
el autor resalta el hecho de que el AC surge en contraposición a la concepción
educativa predominante en el momento, que ponía énfasis en los siguientes
aspectos:
-
el individualismo.
-
la memorización sin razonamiento ni reflexión.
-
la competición entre estudiantes, de forma que
cada uno es evaluado en comparación con el resto de compañeros.
-
la búsqueda de objetividad, con métodos de
evaluación automatizados y siguiendo normas estrictas.
En este sistema
obsoleto, el estudiante no tiene que razonar, pensar o discutir; sólo memoriza,
de manera que puede completar un ciclo educativo sin haber tenido que
desarrollar habilidades sociales, o sin haber madurado un pensamiento reflexivo
y analítico.
El AC pretende influir
positivamente en el desarrollo de las habilidades sociales y sobre las
dificultades y conflictos que presenta un aula con alumnos de etnias, lenguas, religiones
y culturas diversas. Las técnicas de AC intentan fomentar la interacción entre los
estudiantes dentro del aula, para favorecer el conocimiento intercultural y la
integración, además de incrementar y mejorar el aprendizaje.
Para formar los
grupos se mezclan criterios sociales (raza, cultura, sexo, nivel
socioeconómico) y académicos (nivel de conocimientos y habilidades, intereses,
formación, calificaciones) buscando la máxima heterogeneidad entre los miembros
de los equipos.
Por otra parte,
las investigaciones demuestran que el AC obtiene mejores resultados en otros aspectos:
tanto los estudiantes mejores como los peores mejoran sus resultados
académicos, desarrollan relaciones más comprometidas con sus compañeros y
muestran más autoestima.
A modo de
síntesis, los propósitos generales del AC se pueden resumir en los siguientes puntos:
1.
Fomentar la cooperación.
2.
Fomentar la integración de los diferentes grupos
entre sí, dentro y fuera de la clase.
3.
Fomentar una enseñanza más reflexiva, basada en
las habilidades y no tanto en la memorización de contenidos.
Resulta
fundamental destacar la aportación de Johnson y Johnson (1994:22), autores que
identifican cinco componentes básicos en la cooperación:
a)
Interdependencia positiva: los estudiantes deben
comprender que sus propósitos, intereses, tareas y recursos están vinculados
con los de sus compañeros de grupo y de clase. La tarea debe estructurarse de
modo que cada miembro del equipo deba cumplir inevitablemente una parte; la
evaluación de los resultados debe hacerse de modo que las calificaciones de los
miembros del equipo sean interdependientes; los recursos se pueden repartir
entre los miembros del equipo, de modo que todos deban utilizar su parte; y
pueden establecerse distintos roles que pueden atribuirse a miembros diferentes.
b)
Interacción cara a cara estimuladora o constructiva:
las tareas deben incorporar interacciones reales entre los miembros de un
equipo.
c)
Técnicas de comunicación interpersonal y de
pequeño grupo o destrezas sociales: conversación oral, saber escuchar, saber
negociar en situaciones de conflicto, etc.
d)
Responsabilidad individual y grupal: cada
miembro debe asumir su responsabilidad en la tarea, aportar al grupo y ayudar al
resto, mientras que cada equipo debe responsabilizarse de realizar las tareas
de manera completa y de que todos sus miembros consigan completarlas.
e)
Control metacognitivo del grupo. El grupo debe
evaluar periódicamente y de manera continuada su forma de trabajar (las
aportaciones de cada miembro, las intervenciones que resultan más provechosas
para todos, los puntos fuertes y débiles de cada miembro, las estrategias de
ayuda, etc.). El conocimiento de estos datos permite mejorar el funcionamiento
del equipo y progresar en su aprendizaje.
En otro
apartado, el autor presenta algunos recursos muy interesantes usados en AC, a
modo de ejemplo, de acuerdo con las diferentes etapas de constitución de los
equipos o con las funciones que desarrollan. Este conjunto de tareas y recursos
permite gestionar de manera eficaz las actividades de AC y las diferentes
dificultades que plantea el día a día en el aula.
-
Formación de grupos y construcción de la
identidad:
a)
En el AC formal se pueden constituir los grupos
a partir de criterios objetivos, como el expediente académico o el origen
sociocultural.
b)
Con AC informal podemos utilizar criterios más
inmediatos: mezclar hombres con mujeres, mayores con jóvenes, experimentados
con novatos, estudiantes con diferentes L1, etc.
-
Formación en destrezas sociales. La etapa de
desarrollo de las destrezas sociales del equipo es la que ofrece más recursos y
tareas útiles para el docente de lengua. Se ofrecen varios ejemplos
clasificados en:
1.
Habilidades dialogales. Se trata de ejercicios
de corte humanista para desarrollar microhabilidades orales en pareja.
2.
Habilidades de conversación. Son tareas
específicas para desarrollar las microhabilidades de la conversación en grupo.
3.
Habilidades escritas. Son tareas que fomentan el
uso de la escritura cooperativa como herramienta de aprendizaje.
Periódicamente
y después de algunas de estas tareas, se deben incluir actividades de
evaluación para desarrollar la metacognición del alumno y del grupo. Se pueden
plantear preguntas como: ¿cuál ha sido tu aportación al grupo en esta tarea?;
señala un aspecto positivo (algo que hayas aportado al grupo) y otro mejorable
(algo en lo que debas mejorar para aportar más al grupo).
-
Trabajo cooperativo. Cuando el grupo se ha
convertido en equipo y ya está listo para la cooperación, se plantean
actividades con los objetivos de fomentar el aprendizaje de los contenidos que
se plantean en cada caso y de fomentar la interacción y el debate entre los
miembros del equipo. Algunas de las actividades que propone el autor son el rompecabezas, la solución de problemas, la
limitación de recursos…
-
Gestión del aula. Se especifican algunos
recursos prácticos para gestionar la dinámica de los grupos:
a)
Identificar cada miembro del equipo, otorgándole
un número a cada uno y asignando una tarea concreta a cada número.
b)
Instrucciones escritas para una determinada
tarea, que se entregan a un miembro del equipo para que las transmita a sus
compañeros.
c)
Control del movimiento del aula. Uno de las
dificultades del AC es saber mover eficazmente al grupo de estudiantes,
consiguiendo que todos escuchen al mismo tiempo, que los grupos trabajen de
modo armónico, etc. Se proponen soluciones como establecer un orden de
instrucciones, el control de espacios, respeto de turnos de palabra…
Por último, el
autor termina con algunas reflexiones personales sobre el AC en los contextos
de aprendizaje del español como LE o L2.
Entre sus
ideas, me parece fundamental resaltar la concepción humanista. Pensar que detrás
de cada estudiante hay una persona que proyecta su personalidad en el idioma
objeto de aprendizaje resulta de vital importancia para dar sentido a toda la
actividad en el aula. Adoptar este punto de vista permite incorporar a la clase
de lengua conceptos que la investigación lingüística y psicopedagógica,
centrada en la búsqueda de eficacia, había olvidado o dejado en un segundo
plano. No se trata solo de que el alumno aprenda y se pueda comunicar con éxito
en español, sino también de que sea feliz, de que se sienta cómodo en el aula,
con sus compañeros y el docente, y de que salga satisfecho de cada clase.
Podemos conseguir estos objetivos de modo mucho más fácil con actividades que
le permitan aportar sus conocimientos y puntos de vista al grupo, que le
permitan desarrollar interacciones satisfactorias con sus compañeros, que le
faciliten la proyección de su personalidad, etc.
Otra idea importante
es entender que el aprendizaje cooperativo es la manera más coherente de
aprendizaje, ya que se corresponde con la organización social de las
comunidades humanas. Es obvio que el uso del lenguaje es una tarea solo
cooperativa y que no hay otra forma de adquirirlo que a través de la
interacción con la comunidad.
Por otra parte,
hay que tener en cuenta que el AC es un complemento perfecto al enfoque por
tareas para el aprendizaje del español, puesto que aporta soluciones prácticas
y técnicas a los problemas de interacción que puedan presentar las diferentes
actividades de aula.
En resumen, me
ha parecido un artículo sumamente interesante, y considero que sintetiza a la
perfección los aspectos más básicos del Aprendizaje Cooperativo, permitiendo
comprender mejor esta metodología. Además, aporta una serie de ejemplos muy
interesantes de tareas y formas de solucionar los principales problemas que
pueden surgir en el aula al aplicar este tipo de metodología. El artículo
ofrece soluciones y consigue fomentar el interés por el Aprendizaje
Cooperativo, por lo que animo al resto de compañeros a leerlo en profundidad.
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