Sophie COURTADE
Esta
entrevista se abre con una pregunta acerca del doble discurso que existe
respecto a la lectura, haciendo un paralelismo entre la “obligación” de leer, y
la prohibición o la exclusión que puede existir en la práctica.
Según
Michèle Petit, el discurso del “hay que leer” corre el peligro de que los
jóvenes vayan por el camino opuesto, debido a la presión que puede llegar a
traer esta tarea. La antropóloga admite que “si hoy fuera adolescente, ante
estos discursos que se repiten hasta el hartzago de que “hay que leer”, [se]
iría a jugar a los videojuegos en vez de leer”. En efecto, y tal como lo
expresa el título de esta entrevista, el gusto de leer no se enseña, sino que
se transmite. Petit insiste sobre la dimensión afectiva de la atracción por
esta actividad, ya sea por el misterio que conlleva el hecho de ver a una
persona leyendo, o por los hábitos adquiridos en la infancia, con algún
familiar, mediante la lectura oral de cuentos por ejemplo.
Así,
la expresión “construcción del lector” no le parece relevante, ya que, según
ella, no se puede “construir” un lector desde fuera, sino que se le proporciona
el material para que él mismo realice este trabajo. A leer se aprende leyendo,
y es mediante esta actividad que uno tiene la oportunidad de construirse,
desarrollar su espíritu crítico. Un buen lector no necesariamente es un lector
que se “come” dos libros a la semana, sino más bien, que es capaz de leer de
forma eficaz y útil, alimentando su desarrollo personal y humano con los
conocimientos y destrezas adquiridos mediante la práctica de la lectura. Cada
uno encuentra su propio sentido frente a las lecturas realizadas.
Michèle
Petit también evoca el “placer de leer”, destacando el peligro que puede
existir en esta expresión. Dando el ejemplo de “una persona que ha crecido en
un medio alejado de la cultura escrita y que le cuesta leer”, explica que esta
expresión puede llevar a esta persona a sentirse excluida. En efecto, para las
personas que hayan vivido experiencias traumatizantes, violentas etc., el
ejercicio de la lectura conlleva más utilidad que placer. No sólo sirve como
actividad de ocio, sino que puede ayudar “desencadenar” (según las palabras de
la propia Michèle Petit) los acontecimientos que uno haya vivido, o sufrido,
dándoles sentido, y llevando a contarlos y comentarlos, para poder
reconstruirse como ser humano. No siempre es fácil contar lo que a uno le pasa
en el interior, y la lectura es una, o la mejor manera de encontrar las
palabras justas, para poder compartir las experiencias.
Para
terminar la entrevista, Michèle Petit aporta precisiones sobre su discurso
acerca de lo benéfico que es la lectura, poniendo de relieve que la lectura en
sí, no cambia el mundo ni la Historia, pero que contribuye a que los seres
humanos sean capaces de hacerlo, o, por lo menos, de desarrollarse como
personas dentro del mundo en el que vivimos. En efecto, mediante la lectura,
cada uno puede estar al tanto de lo que pasa en su entorno, comarca, país etc.,
y puede actuar en consecuencia, para no dejarse llevar por los acontecimientos,
sino más bien, ser el amo de su propio camino.
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