Reseña y reflexión del artículo de Joseba Atxotegui, "Los duelos de la migración: una aproximación psicopatológica y psicosocial".
Debo reconocer que
hasta que no leí el texto “Los duelos de la migración: una aproximación
psicopatológica y psicosocial”, del Dr. Joseba Atxotegui, no fui consciente de
la cantidad de repercusiones (más allá de las evidentes que todos conocemos)
que tiene el hecho de emigrar. Y estos cambios se dan tanto en la gente que emigra
porque quiere, como en la gente que emigra por “obligación”, porque no le queda
otra que dejar su lugar de origen para sobrevivir o tratar de buscar una vida
mejor para ellos y para los suyos.
En este texto se
pretende analizar los cambios producidos a nivel tanto social como personal de
los emigrantes y como sistema de análisis Atxotegui escoge lo que para él son
los “aspectos del duelo migratorio”, que se agrupan en 7 aspectos diferentes:
el duelo de la familia y los amigos, el duelo por la lengua, el duelo por la
cultura, el duelo de la tierra, el duelo por el status, el duelo por el
contacto por el grupo étnico y el duelo por los riesgos físicos. De esta forma,
en el documento va analizando cada una de estas variables relacionadas con la
migración.
Cuando emigras,
cuando abandonas el lugar en el que has nacido, en el que ha vivido tu familia,
en el que seguramente te has criado, prácticamente todo lo que te rodea cambia:
alimentación, clima, lengua, relaciones sociales o familiares, cultura…. Es
evidente que en una gran mayoría de los casos al emigrar ganas muchas cosas y
obtienes beneficios en muchos aspectos de tu vida, pero no podemos olvidar todo
lo que se pierde también, y que se denomina “duelo migratorio”.
Cuando nacemos
todos los vínculos que establecemos desde ese momento lo hacemos con nuestro
país de origen, y estos juegan un papel básico y fundamental a la hora de
estructurar nuestra personalidad. Cuando emigramos se produce un “choque”,
puesto que debemos mantener todos esos vínculos, pero a la vez adaptarnos al
nuestro nuevo país por medio de nuevos vínculos. En muchas ocasiones, durante
el proceso migratorio los niños, niñas y
jóvenes pueden afrontar sentimientos de pérdida y/o desarraigo, cambios en la
identidad personal (se pierden algunas referencias pero aparecen otras),
modificaciones en la percepción que el niño, niña o adolescente tiene de sí
mismo y de su entorno, etc. Estos efectos se sienten doblemente cuando se
producen separaciones familiares que se prolongan en el tiempo.
Sin embargo, hay
que dejar claro que este proceso de duelo es algo natural y frecuente en la
vida de todo ser humano, y no tiene por qué ser algo malo por definición.
Además, no podemos olvidar que mucha gente emigra con la ilusión de acceder a
nuevas oportunidades y alcanzar una vida mejor, por lo que unido a ese
sentimiento de duelo, de pena y dolor, encontramos también un sentimiento de
fuerza y libertad.
En general, las
personas inmigrantes están satisfechas con su vida y aunque perciban
dificultades en su día a día consideran que tienen capacidad suficiente para
afrontar las situaciones que se les van presentado a lo largo del proceso
migratorio El problema surge cuando la migración se realiza en malas
circunstancias, por problemas del ambiente o problemas de la personalidad del
individuo que emigra. Es en estos casos cuando pueden presentarse los cuadros
de tipo psicosomático y ansioso-depresivo que estudia Atxotegui a lo largo de
todo este artículo.
La migración afecta a los niños y niñas de distintas formas:
puede que queden atrás al migrar uno de sus progenitores o ambos, que
migren con ellos (o nazcan en el extranjero), o que migren solos. Me parece
relevante, como futuros docentes, saber reconocer y atender en la medida de lo
posible las consecuencias psicológicas que la migración puede causar en ellos,
puesto que tendremos (seguro) alumnos inmigrantes que estarán enfrentándose a
todos estos cambios, y nuestro trabajo será el facilitarles las cosas todo lo
posible.
ANDREA DURÁN SOLANAS
Adriana Pérez Lerín.
ResponderEliminarMe parece muy interesante tu reflexión, Andrea. Cualquier ser humano que emigre a otro lugar, lejos de su casa y su familia, experimenta una situación que queda marcada para toda la vida. Es un cambio al que hay que adaptarse de la mejor manera posible. Emigrar supone la generación de una serie de sentimientos como el de la pérdida de tus seres queridos y su separación, la readaptación del ser humano a un nuevo medio, planteándose un nuevo estilo de vida, generando nuevas esperanzas, conociendo nuevas personas y creando , desde cero, una nueva vida.
Sin embargo, es cierto que emigrar debe ser un proceso que, desde mi punto de vista, debe afrontarse con positividad, a pesar de provocar sentimientos como los que comentaba antes. Las despedidas que pueden darse en momentos como ese, deben suponer el cierre de una etapa de la vida y el comienzo de una nueva. El duelo que se produce tras esta ruptura de relaciones entre el individuo y las personas que deja en su país, por supuesto, será doloroso, y qué decir del daño psicológico que provoca una separación de este calibre.
La solución a este duelo está en dejar que pase el tiempo, en conseguir que el individuo se adapte a su nuevo hogar y a su nueva vida, pero sobre todo es importante destacar la superación de la pérdida.
En definitiva, en el acto de emigrar la persona pasará a ver de forma diferente lo que es su existencia debido a la pérdida de lo anterior y se necesitará un tiempo para poder adaptarse a esa nueva realidad. La persona tendrá que reorganizar su existencia con el fin de hacer viable su vida en la nueva situación, encontrando nuevos contextos y nuevas relaciones en donde tendrá que utilizar sus recursos y capacidades para seguir existiendo de forma óptima y positiva. Pero cuando el duelo no ha sido elaborado del todo, y no se asume la pérdida como algo natural en el proceso de la migración, la persona vivirá entre lo antiguo y lo nuevo, entre dos mundos, puesto que este individuo ha sido incapaz de cerrar la anterior etapa ni adaptarse del todo a la nueva.
CARLOS PEIRÓ
ResponderEliminarEsta reflexión me ha resultado muy interesante ya que desentraña las vicisitudes por las que cualquier inmigrante, de cualquier etnia, nación, edad, etc. tiene que pasar. Indudablemente, el hecho de dejar el lugar donde ha vivido toda tu vida, genera una serie de efectos en la persona que deben ser tenidos en cuenta, independientemente de si el hecho de haber emigrado ha mejorado la calidad de vida del inmigrante o no.
Quizás si nos encontramos ante un caso de emigración forzada, ya sea porque es una familia que proviene de una zona de extrema pobreza, o de una zona en guerra, o son perseguidos por algún motivo; nos encontremos ante un caso en el que el duelo no sea tan acusado, ya que los beneficios de escapar de su país de origen superan con mucho a lo que han dejado atrás. Sin embargo, aun así es cierto que los inmigrantes echaran de menos a amigos y familiares que han dejado atrás, la casa donde han vivido durante años, el contacto con gente de su cultura... Ya que desde que salen de su país de origen hasta que llegan a integrarse realmente en el país de acogida, lo cual puede llevar muchos años, o incluso no producirse del todo, son al fin y al cabo apátridas, ciudadanos de ninguna parte.
Esta situación dificulta en mi opinión la integración en su nueva sociedad, ya que sienten que ya no pertenecen a su antigua patria, de la que tuvieron que marcharse, pero tampoco creen encajar en la nueva sociedad en la que viven, lo que en la práctica hace que estas personas tiendan a relacionarse casi en exclusiva con otros inmigrantes de su mismo origen.
En mi opinión, una buena solución para este problema sería la creación de asociaciones culturales que tuvieran una misión doble. Por un lado deberían ayudar a estos colectivos a su llegada al país de acogida, dándoles instrucciones en cosas básicas como abrir una cuenta de banco, buscar empleo, ofrecer ayuda si necesitan atención médica etc. Por otro lado, una vez que esos inmigrantes estuvieran establecidos, la otra misión de estas organizaciones debería ser cultural. Así, las asociaciones deberían promover actividades que promuevan la cultura y herencia de los pueblos que representan. De esta manera, ayudarían a los inmigrantes a recordar su cultura, su idioma, sus tradiciones... facilitándoles el proceso de duelo por la migración. Además, creo que esta función cultural debería ir en los dos sentidos, hacia los inmigrantes, y hacia el país de acogida, organizando jornadas de puertas abiertas, actividades al aire libre etc. que acerquen culturas diferentes a los ciudadanos del país de acogida. De esta manera, ambas partes de la comunidad se conocerían entre si de una manera amistosa, dejando claro desde un primer momento el interés mutuo por conocerse e integrarse, formando una sociedad tolerante e inclusiva.